En muchas ocasiones diversos especialistas han tratado de extraer
conclusiones a partir de las llamadas «wildlists», con el fin de
poder intuír de antemano cuáles serán los virus o i-worms de mayor
prevalencia a corto plazo. Las estadísticas que revela este tipo
de listas, sin embargo, aún dejan muchas incógnitas pendientes.
Para muestra, un botón: la producción de virus de fichero para
Win32 es, desde hace meses, sensiblemente superior a la de virus
de macro, i-worms y, por supuesto, especímenes infectores del ya
vetusto DOS. Sin embargo, y de acuerdo con los datos ofrecidos a
partir de la última «wildlist» oficial, el único representante
de este grupo de cuya actividad infecciosa se tiene constancia
es el «CIH», que, eso sí, con 38 impactos, se sitúa segundo en
la lista, detrás del aparentemente imbatible «Happy99».
Esta situación viene a ser una continuación de la relación que
ya protagonizaron los virus de fichero de DOS y los prácticamente
desaparecidos infectores de «boot»: a pesar de que los primeros
eran cuantitativamente superiores, los segundos siempre llevaron
la delantera en cuanto al número de infecciones producidas a
nivel mundial.
Lo cierto es que resultaría increíblemente tedioso efectuar una
valoración para dilucidar si el problema atiende a razones de
mayor o menor complejidad, si bien es cierto que, en líneas
generales, los virus de fichero suelen ofrecer aspectos de tipo
técnico más interesantes que los que podemos encontrar en los
especímenes infectores de «boot». Pero este argumento chocaría
de golpe con un hecho tan peculiar como el que representa la
presencia del virus «Form», simple y directo donde los haya, año
tras año y mes tras mes en puestos privilegiados de las listas
de prevalencia, compartiendo cartel con un clásico de fichero
como «OneHalf» -conocido por ser uno de los virus de DOS más
complejos que se recuerdan- y con «AntiCMOS» y «AntiEXE», dos
ejemplares más de «boot» cuyo estilo raya en el más puro de los
minimalismos. El testigo de «OneHalf» parece recogerlo el «CIH»,
que en su momento fue un auténtico impacto técnico – poca gente
hasta entonces había sido capaz de alcanzar «ring-0» (el anillo
de privilegios máximos en Windows) desde un virus.
Entonces… ¿tienen más posibilidades de extenderse «in the
wild» los virus de «boot» simples y los virus de fichero más
complejos? ejemplos como «Marburg» -un infector de archivos de
formato PE EXE para Windows95 bastante simple- o «Zhengxi»,
considerado como uno de los virus de fichero más complejos de
la historia, no son más que la punta del iceberg que desbarata
cualquier tipo de teoría al respecto.
Por si esto fuera poco, los virus de macro, relevo generacional
de los infectores de «boot», crecen en progresión geométrica
mes tras mes, y siguen siendo, con mucho, el género de virus
más extendido desde su aparición. Estadísticas oficiales hacen
eco de un dato alarmante: más del 65% de las infecciones que
tienen lugar a diario están producidas por un virus de macro,
y de hecho es posible comprobar cómo, de los diez especímenes
más extendidos de acuerdo con la «wildlist» del mes de enero,
seis pertenecen a este simple pero muy efectivo género vírico.
Sin embargo, el verdadero problema lo tenemos a la vuelta de la
esquina: el fenómeno de los gusanos (i-worms e IRC worms) está
cobrando un peligroso protagonismo, pese a su corto periodo de
vida. Especialmente en el caso de los i-worms, habría que hacer
hincapié en un hecho escalofriante: el primer espécimen de este
tipo data de enero de 1999, y, desde entonces, se han escrito
menos de quince ejemplares de este género. Sin embargo, cuatro
de ellos aparecen en los primeros puestos de la «wildlist» del
mes de enero (entre ellos, «Happy99» en el primer puesto), y
se tiene constancia que la práctica totalidad de los restantes
i-worms conocidos hasta el momento han sido encontrados en
algún momento «in the wild».
Las estadísticas que se barajan, en comparación con las de los
géneros de virus más antiguos, nos hacen augurar un futuro muy
poco esperanzador. El clavo ardiente al que debemos agarrarnos
es el hecho de que, salvo el caso de «BubbleBoy», la ejecución
de un i-worm en un ordenador no infectado es una situación de
interacción en la que se miden las fuerzas los recursos a nivel
de ingeniería social de los escritores de virus y la precaución
de los usuarios, que, en el momento de recibir un gusano pasan
automáticamente a convertirse en posibles víctimas.
A pesar de todas estas conjeturas, siempre nos quedará una duda
por resolver: ¿hasta qué punto dependen las probabilidades que
tiene un virus de cara a su ulterior expansión «in the wild» de
sus mecanismos de auto-ocultación? ¿cuándo y cómo se suele
descubrir la mayoría de las infecciones víricas? ¿tras haber
escaneado el disco duro con un antivirus actualizado, o antes
de que el propio antivirus haya tenido noticia de la existencia
del espécimen en cuestión? y, sobre todo, ¿cuántas infecciones
víricas se han producido a lo largo del mundo y siguen vigentes
hoy día sin haber sido descubiertas?
Las estadísticas son un dato fundamental de cara a la futura
prevención de males que hoy en día nos aquejan, y por desgracia
son todavía muy pocas las compañías antivirus que se preocupan
por obtener algún tipo de información adicional por parte de
sus usuarios acerca de los ataques víricos que éstos sufren día
tras día, algo que puede suscitar dos últimas preguntas: ¿hasta
qué punto interesa a este tipo de empresas erradicar de manera
definitiva las plagas víricas de la informática? ¿funcionan de
manera análoga a la medicina general, prestando más atención a
las consecuencias que a las causas reales?
Más información:
WildList Organization International
Trend Micro (Real-time Virus Tracking)
talvanti@hispasec.com
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