Discográficas enfrentadas contra consumidores, sellos contra empresas
«punto com», artistas contra sus propios fans: MP3 está poniendo
Internet patas arriba. Para muchos, MP3 es sinónimo de piratería,
demandas judiciales o música gratis. En realidad, no se trata sino de
un simple formato de compresión de música que permite almacenar hasta
12 veces más que un CD de audio convencional, sin pérdida apreciable
de calidad. Ni piratas ni patas de palo. El revuelo procede de su
extendida utilización como formato ideal para intercambio ilegal de
música a través de Internet. Como resultado, MP3 está haciendo
tambalear los cimientos del poderoso emporio discográfico y
despertando las iras de la RIAA (Asociación Americana de la Industria
Discográfica), que agrupa a los principales sellos del mundo.
Así las cosas, la industria discográfica está ensayando nuevas
soluciones que le permitan poner freno a la distribución incontrolada
del MP3, pero sin renunciar a sus nuevas oportunidades de negocio a
través de Internet: creación de CD´s a la carta, pago por canción,
comercialización más ágil y barata, etc. La Iniciativa para la Música
Digital Segura (SDMI), auspiciada por RIAA y que reúne a cerca de 200
compañías y organizaciones, entre ellas sellos discográficos (como
los gigantes EMI o Warner), compañías de electrónica de consumo y de
Tecnologías de la Información, proveedores de servicio de Internet y
compañías de tecnologías de seguridad, tiene como misión la creación
de un estándar para la protección de música en MP3 y otros formatos
(Liquid Audio, Real Audio, a2b, VQF, etc.). Hasta el momento, en su
Fase I, la SDMI ha acordado adoptar la tecnología de marcas de agua
de Verance Corporation (www.verance.com) para lo que llaman criba
(screening), es decir, para decidir si un reproductor MP3 compatible
con SDMI permite reproducir o no una determinada canción.
El pasado viernes 15 de septiembre la SDMI lanzó a la comunidad
internauta el reto de atacar a su sistema de protección musical,
ofreciendo un premio irrisorio de 10.000 dólares al que consiguiera
eliminar la marca de agua de la canción digital propuesta
(www.sdmi.org/pr/OL_Sept_6_2000.htm). Los atacantes contaban de plazo
hasta el día 7 de octubre. Por su parte, la Electronic Frontier
Foundation (EFF) hizo un llamamiento a la comunidad hacker
(www.eff.org/Misc/EFF/Newsletters/EFFector/HTML/effect13.08.html)
para no participar en este desafío, ya que, según su opinión, se
trata de una triquiñuela que utiliza la industria discográfica para
conseguir una auditoría de seguridad a precio de saldo de su sistema
de protección. Otras figuras relevantes del movimiento de fuentes
abiertas (www2.linuxjournal.com/articles/misc/0022.html) han
levantado sus voces de protesta ante lo que consideran una
intromisión vergonzosa en la privacidad de los usuarios y en su
capacidad de disfrutar de la música como mejor prefieran, así como un
intento de aplastar modelos de distribución de música alternativos no
compatibles con SDMI.
Lo cierto es que, a pesar de llamamientos en contra de la
participación, según se rumorea, la protección ya ha sido rota,
aunque la SDMI lo niega con vehemencia. En las declaraciones
oficiales (www.hacksdmi.org ) ofrecen largas sobre el asunto, con la
copla de «estamos evaluando los ataques recibidos». La pregunta que
flota en el aire es: ¿fueron las marcas de agua de la tecnología
implantada por SDMI realmente eliminadas o no?
Aunque no existe aún evidencia en este sentido, sí cabe efectuar la
reflexión acerca de qué puede pasar en uno y otro caso. Si la
respuesta es negativa, es decir, si SDMI consiguió aguantar el tipo,
¿significa esto que la tecnología es segura? Evidentemente no. Este
argumento falaz seguramente será esgrimido por la SDMI para hacer
callar a los indecisos: «Lanzamos el reto a los hackers del mundo y
nadie, repetimos, NADIE fue capaz de romper nuestro maravilloso
sistema. Por lo tanto, es completamente seguro». Ahora bien, en
primer lugar, que nadie rompa un sistema de protección en el plazo de
tres semanas, no implica que ya sea seguro para siempre jamás. En
segundo lugar, habría que reconsiderar la cualidad de los ataques,
esto es, la capacitación profesional de los hackers que, desoyendo el
llamamiento de EFF y otras voces, sí intentaron, aunque sin éxito,
atacar el sistema. Hay quien sostiene que sólo los hackers de poca
monta se movilizaron por una limosna como 10.000 dólares. En tercer
lugar, nadie sabe si algún hacker lo atacó con éxito y guarda
silencio, esperando para anunciarlo a que se comercialicen los
productos que incorporen SDMI, humillando así a la industria
discográfica. En cuarto lugar, el código de los algoritmos utilizados
en la protección no está disponible. Se trata por tanto de un ataque
a ciegas a un sistema basado en el viejo lema de «seguridad a través
de la oscuridad». Si SDMI se llega a implantar en los productos
comerciales de reproducción de música, es sólo cuestión de tiempo el
que las fuentes estén disponibles. Y en esas circunstancias, con el
conocimiento del funcionamiento interno de los algoritmos, los
ataques serán mucho más fáciles y efectivos. No les habría venido mal
aprender del proceso de selección de AES, el nuevo algoritmo de
cifrado para el siglo XXI, llevado a cabo por el NIST de forma
transparente e impecable
(www.iec.csic.es/criptonomicon/susurros/susurros25.html). En
definitiva, nada se puede deducir de un resultado negativo de este
desafío.
Por otro lado, ¿qué pasaría si la SDMI reconoce públicamente que se
destruyeron las marcas, eso sí, conservando los niveles de calidad
musicales previos al ataque? En este caso, la SDMI se interna en un
callejón sin salida. Ya no se trata de la batalla legal entre
discográficas y piratas de música, entre la RIAA y Napster, Gnutella
o Scour (todos ellos en los juzgados actualmente). Se trata más bien
de un problema interno entre las empresas de venta y comercialización
de música digital y las empresas tecnológicas y de seguridad
agrupadas bajo la SDMI. El ritmo frenético del mercado exige salir
con una solución ya. Han pasado casi dos años desde la creación de la
iniciativa SDMI y si las marcas fallan, la situación será
insostenible. Después de todos los esfuerzos, no quedaría nada
tangible a lo que aferrarse. Estas técnicas intrusivas exigen
software o dispositivos especiales en el sistema de reproducción del
usuario y limitan por tanto la comodidad y disfrute de la música
legalmente adquirida. Si encima el sistema de protección hace aguas,
entonces no ya no resta incentivo alguno para empujar a los usuarios
a comprar estos reproductores. Tanto si funcionan como si no, las
marcas de agua están concebidas para proteger los intereses
comerciales de los grandes sellos y solamente acarrean problemas y
limitaciones a los usuarios finales. Si además no añaden seguridad,
ni frenan la expansión de la piratería y cuestan un ojo de la cara,
apaga y vámonos.
Haga lo que haga la SDMI, sus marcas de agua serán destruidas. La
tecnología de marcaje, en su estado de desarrollo actual, es insegura
y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Hoy por hoy, a pesar de la
intensa investigación en este campo, resulta relativamente sencillo
eliminar las marcas de agua de los esquemas conocidos. A menos que la
SDMI nos sorprenda con una revolución copernicana en esta disciplina
criptográfica, todos sus esfuerzos serán en vano. Más le valdría
buscar nuevos derroteros para combatir la piratería, porque marcando
música no va a llegar muy lejos.
criptonomicon@iec.csic.es
Más información:
Réquiem por SDMI
http://www.iec.csic.es/criptonomicon/susurros/susurros26.html
Hack SDMI
http:/www.hacksdmi.org
Las guerras del MP3
http://www.iec.csic.es/criptonomicon/susurros/susurros20.html
¡SDMI crackeado!
http://www.hispamp3.com/noticias/0010/001013_2.shtml
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