Decía Mark Twain que existen tres tipos de mentiras: mentiras,
malditas mentiras y estadísticas. Sin creer ciegamente en los bailes
de números, lo cierto es que nos indican con claridad que desde que
las nuevas tecnologías se están popularizando y penetrando cada vez
más en las empresas y administraciones, se crean nuevas formas de
distracción para los empleados.
Según las últimas estadísticas, del 30 a 40% del tráfico de las
empresas no está relacionado con el trabajo (www.idc.com), en el
horario laboral tiene lugar el 70% de las visitas a los sitios
pornográficos (www.sextracker.com) y más del 60% de las compras en
línea, subastas y juegos de azar (www.websense.com). En definitiva,
pornografía, subastas, búsqueda de nuevo empleo, comercio
electrónico, banca a distancia, prensa, juegos, correos personales…
Las posibilidades son infinitas, como los contenidos de Internet. Ese
empleado que parece encontrarse tan atareado delante de la pantalla,
podría estar ocupándose en cualquiera de estos pasatiempos y el jefe
ni enterarse.
En el mejor de los casos, estas distracciones sólo le hacen perder
horas de trabajo y, por tanto, dinero al empresario. En el peor, sus
actividades podrían abrir agujeros de seguridad en la red corporativa
como consecuencia de la infección con algún virus o por permitir a
hackers colarse a través de su ordenador aprovechando algún fallo en
la configuración de sus programas o algún bug de su software: del
navegador, del cliente de chat, del correo electrónico, de Gnutella,
etc. También podrían crear problemas legales a la empresa si utilizan
sus recursos para compartir archivos ilegales, por ejemplo con
Napster, o enviar a las news fotos de pornografía infantil o
panegíricos terroristas con el correo de la empresa (por lo tanto,
viéndose en el campo del remitente de qué empresa se trata).
Estas posibilidades han alarmado a ciertos círculos directivos, que
han optado por vigilar la actividad laboral de los trabajadores.
Evidentemente, el legítimo derecho del empresario a que se haga un
uso eficiente de sus recursos informáticos y del tiempo por el que
paga a sus empleados, previniendo actividades inapropiadas, no
profesionales o incluso ilegales, entra en flagrante conflicto con el
inalienable derecho del trabajador a preservar su intimidad. Dado que
la jurisprudencia en esta materia es prácticamente inexistente,
muchos empresarios aprovechan las lagunas legales y optan por vigilar
el correo y navegación de sus empleados.
Echando mano nuevamente de las estadísticas, según una reciente
encuesta de KPMG (www.kpmg.com), publicada este martes, uno de cada
cinco empresarios espía el correo de sus empleados y su uso de
Internet, práctica que conduce en muchos casos al despido cuando se
descubre un mal uso, como visualización de pornografía (despido en el
55% de los casos) o correos ofensivos o difamatorios (despido en el
20% de los casos). Vault.com (www.vault.com), por su parte, señala
que el 31% de las empresas controla o restringe el uso de Internet y
del correo electrónico de sus empleados, datos no excesivamente
alejados de los de KPMG, llegándose en muchos casos también al
despido.
Para las empresas determinadas a saber qué hacen sus empleados con la
conexión de Internet, existe una amplia oferta de productos
comerciales para controlar, registrar y analizar el uso de los
recursos de la red empresarial, especialmente del correo y de la Web.
Su misión es ayudar a la empresa a reducir pérdidas de productividad,
proteger el ancho de banda, evitarle responsabilidades legales y
minimizar problemas de seguridad en general. Algunos de los productos
más conocidos del mercado son:
– – SurfControl (www.surfcontrol.com), para la gestión responsable del
uso de Internet en el hogar, en la escuela o en el trabajo.
– – Stealth Activity Recorder & Reporter («STARR») (www.iopus.com),
para saber lo que un usuario de cualquier ordenador de la red está
haciendo en un momento dado en su máquina.
– – spIE (www.satacoy.com/spie/main.htm), que integrado con Internet
Explorer, permite monitorizar y restringir el uso del navegador.
– – TrafficMax (www.intellimax.com), para la monitorización proactiva
de tráfico de redes y de Internet, incluyendo el bloqueo de
direcciones e informes de actividad.
– – Websense (www.websense.com), el producto estrella de gestión,
monitorización y generación de informes sobre el uso de Internet en
el trabajo.
– – El Espía (www.el-espia.com), producto español para controlar de
forma sigilosa lo que los usuarios hacen en el ordenador.
Estos programas violan seriamente la intimidad de los empleados,
especialmente cuando el trabajador no ha sido informado de que su
labor está siendo vigilada. En las últimas semanas se está armando un
gran revuelo acerca del derecho o no del empresario a espiar a sus
trabajadores. La nueva legislación en vigor en Reino Unido, que
legitimaría al empresario a intervenir las comunicaciones de sus
empleados, así como el reciente despido de un empleado del Deutsche
Bank, que enviaba correo privado desde el trabajo, han venido a poner
el dedo en la llaga de una herida que, por otro lado, hace ya tiempo
que sangraba.
En terreno tan pantanoso, la transparencia abre la única vía ética a
seguir. La dirección debería informar, a la hora de firmarse el
contrato, de las prácticas de seguridad seguidas: si se intervienen
los correos electrónicos, si se monitoriza el uso de Internet, etc.
Las cosas claras, el trabajador sabe entonces a qué atenerse. Si bien
es verdad que el empleado tiene derecho a la intimidad, tiene también
la obligación de aprovechar el tiempo de trabajo por el que se le
paga. Del mismo modo, el empresario tiene derecho a que sus recursos
se utilicen únicamente para provecho de la empresa, así como la
obligación de preservar la intimidad de sus empleados. Mientras
tanto, no duden que veremos aumentar el uso de estos programas espía.
criptonomicon@iec.csic.es
Más información:
Criptonomicon
http://www.iec.csic.es/criptonomicon/
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